Cómo dejar de juzgar lo que te ocurre

Aprende a practicar la neutralidad emocional para reducir el estrés y tomar mejores decisiones.

Nilo Rojas

7/27/20256 min read

Llevas cinco años en tu empresa, piensas que todo va bien y que estás haciendo las cosas mejor que nunca. Tienes una vida estable y tranquila, vamos, que todo marcha de maravillas.

De pronto, sin venir a cuento y de un día para otro, la empresa decide terminar tu contrato alegando baja productividad. Tú, que estabas mirando de comprar un apartamento para por fin tener algo propio, te das cuenta de que esa meta se aleja cada vez más y te empiezas a venir abajo maldiciendo tu mala suerte.

En cuanto le cuentas lo sucedido a tus amigos y familiares todos te dicen
¡Qué pena!, ¡Qué desgracia!, ¡Qué mala suerte!
Solo uno de tus amigos te dice algo diferente, “tranquilo, quizá esto es bueno”
— Te dice con la voz más en calma que puedes recordar—.

Por suerte o por desgracia, lo único que consigue este comentario es hacer que te hierva la sangre y te sientas impotente.
¿Qué pasaría si te dijera que ese amigo podría estar en lo cierto?

El campesino y los caballos

Un anciano campesino que vivía en una aldea junto a su único hijo.
No tenía mucho, pero vivía tranquilo.
Un día cualquiera, el único caballo que poseía se escapó.

Los vecinos vinieron a decirle:

— ¡Qué mala suerte!

A lo que el campesino con una expresión tranquila les contesta:

— Quizás

Días después, el caballo volvió a la granja trayendo consigo ¡3 caballos salvajes!

Los vecinos, que habían visto llegar a los caballos, emocionados le dijeron:

—¡Qué suerte la tuya!

A lo que nuevamente, con la misma expresión de calma, el campesino les replicó:

— Quizás.

Unos días más tarde, mientras su hijo intentaba domar a uno de los caballos salvajes, cayó al suelo de tal manera que se rompió la pierna.

Como te imaginas, los vecinos estaban mirando y presenciaron el evento de primera mano, al ver tal escena le dijeron — muy apenados— al anciano:

—¡Qué desgracia!

A lo que el campesino, sin mover ni las cejas, les contestó:
— Quizás

Pasada una semana del incidente con los caballos salvajes, dos soldados del rey se presentaron en la granja del campesino.
Buscaban a su joven hijo para reclutarlo para ir a la guerra.
Los soldados al observar que el muchacho tenía la pierna rota lo dejaron en casa.

Nuevamente, los vecinos emocionados le dijeron al campesino:

—¡Qué suerte que no reclutaran a tu hijo!

A lo que, nuevamente, el campesino simplemente les contestó:

— Quizás.

De todas las lecciones que podemos extraer de esta breve historia, personalmente, me gusta quedarme con el estoicismo que tiene el granjero.
Este hombre sabe que a pesar de no controlar las circunstancias, si puede decidir cómo actuar.

La historia deja ver que comprende a la perfección que los hechos no le pasan a él, simplemente pasan.
Si analizamos el conjunto de acontecimientos de la historia como un único suceso, podemos decir que todo lo que ocurrió es bueno.

Incluso el hijo rompiéndose la pierna, que por muy doloroso que sea este tipo de accidentes, le salva ir a una guerra, donde probablemente hubiera muerto.
O quizá no…

Como la historia acaba en esto, podemos asumir que terminó de forma feliz, pero como comprenderás, estos hechos son una cadena de eventos que, si bien, individualmente pueden parecer buenos o malos, en últimas depende de nosotros la connotación que queramos darles.

Este pequeño relato nos enseña a no juzgar de forma apresurada lo que ocurre en nuestras vidas y explica que los hechos que nos ocurren no son ni buenos ni malos.

Controla la fortaleza interior

En vez de trabajar nuestra resistencia al calor, enfriamos toda nuestra casa con aires acondicionados. En vez de fortalecer nuestros pies esperamos que todo sitio por el que caminamos sea un camino plano, cómodo y esté asfaltado.

Es imposible controlar lo que piensa la gente sobre nosotros o lo que hablan cuando no estamos, sin embargo, nos esmeramos en hacerlo.
Sin darnos cuenta vivimos constantemente discutiendo.
Con las redes sociales hoy en día es más fácil que nunca caer en esta
—perjudicial— dinámica.

¡Intentamos cambiar la opinión de gente que no conocemos con comentarios en post de personas a las que tampoco conocemos!
Suena estúpido, pero ocurre cada día y es lo normal, aunque no debería serlo.
Vivir intentando imponer nuestra verdad y pensar que es la verdad absoluta, que el resto está siempre equivocado, es vivir en un estado de estrés constante.

Seguimos un camino al éxito que la sociedad nos marca sin siquiera pararnos a reflexionar si es el correcto para nosotros.

Si hiciéramos las cosas de forma opuesta, trabajaríamos en nosotros mismos lo primero, mejoraríamos y seguramente hasta gratificación encontraríamos en ello, sin embargo, es más fácil desconectarse de uno mismo y culpar al mundo, a la vida y a la mala suerte de nuestra desdicha e infelicidad.

Ya lo decía Epicteto, lo único que podemos controlar es nuestra fortaleza interior. Es decir, nuestra forma de reaccionar a los acontecimientos, nuestro temple, nuestra mente y nuestro espíritu.
Sin embargo, para esto, como hablaba la semana pasada en esta reflexión [¿Qué es el éxito?] el primer paso está en definir nuestros conceptos.

Una vez hecho esto, podemos avanzar y centrarnos en aprender a controlar la fortaleza interior. Porque un hombre/mujer que camina sin tener sus conceptos claros camina sin sentido y es arrastrado/a por el mar de opiniones del que se compone la sociedad.

Sé más como el campesino, ya que de esta manera se vive menos angustiado, menos frustrado y sobre todo más tranquilo.
Comprender que todo lo exterior está fuera de nuestro control y solo lo que habita nuestro interior es controlable por nosotros.
Tú decides cómo reaccionar. Emociones como la ira, el enfado, la frustración o la impotencia están ligadas a un alto cortisol. Sin embargo, si decides reaccionar con bondad o con una actitud relajada estarás aliviando la carga mental y facilitando la conexión con tu Ser.

Es probable que tu amigo esté en lo cierto, “quizá sea algo bueno”.
Es cierto que algo inesperado ha ocurrido, ¿Pero no va de esto la vida?
Si te han despedido sin previo aviso y ves que tu vida se desestabiliza recuerda, no se cierra una puerta sin abrirse una ventana.

Quizá es el momento de empezar un nuevo capítulo,
Quizá esta “mala noticia” (tu despido) te acerca aún más a tu objetivo de comprar una propiedad.
Quizá tu próximo trabajo es lo que necesitabas para seguir desarrollando nuevas habilidades.

Solo tú tienes la capacidad para decidir si quieres que lo que te ocurre sea “bueno o malo”.

Practica y entrena

Entrena tu mente, tus capacidades y empieza a decidir.

Cuando pongas tu mente en modo entreno para no juzgar todo de forma instantánea, te darás cuenta de que no es muy difícil encontrar momentos para practicar la habilidad del campesino, y que con práctica llegarás a darte cuenta de que quizá el perder ese autobús no fue malo y simplemente ocurrió.

Así que la próxima vez que:

  • Alguien te trate mal o te rechace sin motivo aparente. Diríamos de cajón que es algo malo, sin embargo, quizá te esté enseñando a trabajar en el desapego o en tu ego.

  • Si te enfermas antes de ese evento importante, quizá tu cuerpo no tenía otra manera de hacerte descansar.

  • Si te niegan una beca, una plaza o un préstamo, quizá esto te desvía hacia algo más grande y alineado contigo.

Para terminar, es como dice Joe Dispenza, nosotros creamos nuestra realidad, pero para esto tenemos que cambiar nuestra forma de pensar y de ver las cosas. Deja de juzgar de forma precipitada los hechos que ocurran en tu vida.

Recuerda: los hechos simplemente son. Lo que tú hagas con ellos, eso sí te pertenece. Dominar esta habilidad es tu libertad. Ahí reside tu poder.

Te dejo por aquí el enlace en el que hablo sobre la responsabilidad, allí encontrarás herramientas que te ayudarán a potenciar estas prácticas positivas.

Si esto ha resonado contigo, por favor, compártelo, de esta manera me ayudas a seguir escribiendo estas reflexiones. Y si quieres que hable de algún tema en concreto escríbeme al correo. Estaré encantado de responderte.